en la calle
XABIER BARRENA / Barcelona
De Nápoles a Berna, sin término medio y a golpe de multa. El control sobre el espacio público que Jordi Hereu propugna desde el pasado mes de diciembre como prioridad (tras el fracaso de las anteriores) lleva visos de levantar más de una ampolla entre aquellos que creen que la persecución de pequeñas infracciones de las ordenanzas municipales sobrepasa lo que tiene que ser la actuación de la policía. No es que el ayuntamiento haya incluido recientemente en la lista de infracciones acciones como tirar una colilla o un chicle al suelo, pero ahora se multa, y no porque el agente en cuestión sea especialmente quisquilloso sino porque ha recibido órdenes expresas de acotar estos comportamientos que si bien es verdad que ensucian la ciudad también lo es que son comportamientos tan enraizados a los usos mediterráneos como en retroceso, por una mayor concienciación.
Daniel Calahorro, de 21 años, salió el jueves de trabajar –es comercial en una tienda de telefonía móvil en Horta– y se dirigió a la calle del Tajo para coger un taxi. Encendió un cigarrillo que tuvo que interrumpir apresuradamente porque vio la luz verde en uno de los vehículos negrigualdos que pasaban por esa céntrica calle del distrito.
«Tiré el cigarrillo al suelo y cuando me metía en el taxi oí una voz que me llamó la atención», explica Calahorro de manera pausada y con modos exquisitos en el mismo punto donde fue abordado por los agentes. «Chaval, dame el DNI» fue la frase que le soltó uno de los dos policías tras recriminarle que hubiera tirado la colilla al suelo. Mientras el taxi se alejaba sin pasaje dentro, Calahorro fue invitado por la patrulla a acompañarlos hasta donde tenían el coche, para identificarlo. «En el barrio me conocen, por lo que el paseo con dos agentes me hizo sentir un delincuente frente a vecinos e incluso clientes», señala el comercial.
El agente 25.434 le impuso una sanción de 90,15 euros, por «tirar colillas al suelo» –aunque solo fue una– como estipula el artículo 63.2 de la ordenanza sobre el uso de las vías y el espacio público.
EL TRATO DE LOS AGENTES / Calahorro opina sobre el trato recibido: «De los dos agentes, hubo uno que prefirió retirarse un paso, como si no estuviera del todo de acuerdo con lo que hacía su compañero. Este tuvo conmigo un comportamiento prepotente y de superioridad. Y lo de «chaval» demuestra que mi edad contó, y bastante, en la decisión de multarme.
La tercera teniente de alcalde, Assumpta Escarp, responsable del área de Seguridad, señaló a este diario «que las ordenanzas están para ser cumplidas. Y si no, que no se incluya según qué en ellas. Y se tienen que cumplir tanto aquellas que permiten decomisar miles de latas listas para ser vendidas ilegalmente como estas otras». Escarp niega que la sanción sea fruto de un mal día del agente sino que reconoce que es una directiva política. Recuerda la concejala que el ayuntamiento ha hecho varias campañas de concienciación, e incluso ha repartido ceniceros de bolsillo. Por otro lado acepta que en la zona donde sucedieron los hechos no se han colocado el modelo de papeleras que incorpora cenicero. «Lo teníamos previsto, pero la crisis lo ha impedido», dice.
Dicho esto, la teniente de alcalde diferencia lo que es la sanción, ajustada a derecho, del presunto trato recibido por Calahorro. «Se investigará si hay una petición y, llegado el caso, se actuará».
En cualquier caso, el requerimiento del alcalde para alcanzar un espacio público «limpio, ordenado y seguro», el tantra que repite en los últimos meses, parece que obligará a los agentes de la Guardia Urbana a compatibilizar su habitual rutina como policías con las prácticas de maestro de escuela, reprendiendo, a 90 euros la llamada de atención, por los papeles que se tiren al suelo.
XABIER BARRENA / Barcelona
De Nápoles a Berna, sin término medio y a golpe de multa. El control sobre el espacio público que Jordi Hereu propugna desde el pasado mes de diciembre como prioridad (tras el fracaso de las anteriores) lleva visos de levantar más de una ampolla entre aquellos que creen que la persecución de pequeñas infracciones de las ordenanzas municipales sobrepasa lo que tiene que ser la actuación de la policía. No es que el ayuntamiento haya incluido recientemente en la lista de infracciones acciones como tirar una colilla o un chicle al suelo, pero ahora se multa, y no porque el agente en cuestión sea especialmente quisquilloso sino porque ha recibido órdenes expresas de acotar estos comportamientos que si bien es verdad que ensucian la ciudad también lo es que son comportamientos tan enraizados a los usos mediterráneos como en retroceso, por una mayor concienciación.
Daniel Calahorro, de 21 años, salió el jueves de trabajar –es comercial en una tienda de telefonía móvil en Horta– y se dirigió a la calle del Tajo para coger un taxi. Encendió un cigarrillo que tuvo que interrumpir apresuradamente porque vio la luz verde en uno de los vehículos negrigualdos que pasaban por esa céntrica calle del distrito.
«Tiré el cigarrillo al suelo y cuando me metía en el taxi oí una voz que me llamó la atención», explica Calahorro de manera pausada y con modos exquisitos en el mismo punto donde fue abordado por los agentes. «Chaval, dame el DNI» fue la frase que le soltó uno de los dos policías tras recriminarle que hubiera tirado la colilla al suelo. Mientras el taxi se alejaba sin pasaje dentro, Calahorro fue invitado por la patrulla a acompañarlos hasta donde tenían el coche, para identificarlo. «En el barrio me conocen, por lo que el paseo con dos agentes me hizo sentir un delincuente frente a vecinos e incluso clientes», señala el comercial.
El agente 25.434 le impuso una sanción de 90,15 euros, por «tirar colillas al suelo» –aunque solo fue una– como estipula el artículo 63.2 de la ordenanza sobre el uso de las vías y el espacio público.
EL TRATO DE LOS AGENTES / Calahorro opina sobre el trato recibido: «De los dos agentes, hubo uno que prefirió retirarse un paso, como si no estuviera del todo de acuerdo con lo que hacía su compañero. Este tuvo conmigo un comportamiento prepotente y de superioridad. Y lo de «chaval» demuestra que mi edad contó, y bastante, en la decisión de multarme.
La tercera teniente de alcalde, Assumpta Escarp, responsable del área de Seguridad, señaló a este diario «que las ordenanzas están para ser cumplidas. Y si no, que no se incluya según qué en ellas. Y se tienen que cumplir tanto aquellas que permiten decomisar miles de latas listas para ser vendidas ilegalmente como estas otras». Escarp niega que la sanción sea fruto de un mal día del agente sino que reconoce que es una directiva política. Recuerda la concejala que el ayuntamiento ha hecho varias campañas de concienciación, e incluso ha repartido ceniceros de bolsillo. Por otro lado acepta que en la zona donde sucedieron los hechos no se han colocado el modelo de papeleras que incorpora cenicero. «Lo teníamos previsto, pero la crisis lo ha impedido», dice.
Dicho esto, la teniente de alcalde diferencia lo que es la sanción, ajustada a derecho, del presunto trato recibido por Calahorro. «Se investigará si hay una petición y, llegado el caso, se actuará».
En cualquier caso, el requerimiento del alcalde para alcanzar un espacio público «limpio, ordenado y seguro», el tantra que repite en los últimos meses, parece que obligará a los agentes de la Guardia Urbana a compatibilizar su habitual rutina como policías con las prácticas de maestro de escuela, reprendiendo, a 90 euros la llamada de atención, por los papeles que se tiren al suelo.
Última edición por Thonys II el Sáb Jul 03, 2010 6:52 pm, editado 2 veces